Manuel Becerra Salazar Translated by Kristin Dykstra

Mill River es un área de bosque que guarda un río en calma Sus aguas detenidas, apenas entramos, vuelven a fluir con un movimiento de leche y miel. Bajo el puente se estancan algunos peces indecisos, logrando órganos y visibilidad a través de un duelo de luz y sombra. Cada banca de piedra, cada sendero que conduce a él está dedicado a la memoria de alguien. Nosotros hemos entrado por un camino en memoria a Jennifer Melnick. ¿Quién fue ella? Hasta ahora sólo se sabe que su nombre desemboca en un bosque de vértebras oscuras y que se deja entibiar por el sol desde lo alto de los árboles, un entramado sanguíneo de agua y penumbra. El paso ondulante de las culebras sobre el polvo forman fósiles que desaparecerán —con ese deseo efímero de ser el recuerdo de alguien— apenas los dejemos atrás. El bosque de Jennifer Melnick está al cuidado del verano. Lo vigila cada corredor herido por el sol y cada animal durmiendo sobre las ramas como un bebé recién nacido en las manos del padre.

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Mill River is a forested area that keeps a river in quiet. As we enter, its motionless waters begin to flow again with the pace of milk and honey. Under the bridge some indecisive fish have stopped, attaining organs and visibility through the duel between light and shadow. Every stone bench, every path that leads to the river is dedicated to someone’s memory. We came through a trail memorializing Jennifer Melnick. Who was she? So far one only knows that her name leads through a forest of dark vertebrae, a forest that allows the sun high above the trees to warm it, a lattice circulating water and shadow. Undulations left by snakes crossing the dirt make fossil shapes. They will disappear – along with the ephemeral desire to honor someone’s memory – just after we leave them behind. Jennifer Melnick’s forest is in summer’s hands. Summer watches over every corridor damaged by the sun, and every animal sleeping in the branches, like a newborn in its father’s hands.

Una estrella llamada Lavinia

En la casa amarilla comparten sitio dos mujeres.
Una de ellas vive en el recuerdo de la otra.
Si una se sirve una copa de alcohol, la otra
utiliza la misma infusión para encender
una lámpara de mano. Una sabe la hora
por el paso de la luz que abandona el muro.
La otra apenas toca el suelo. Sus pies han caminado
por más de cien años en el jardín del traspatio.
El sopor del vino deja a una de ellas dormida en el sillón.
La otra abandona la casa atravesando el muro.

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A Star Called Lavinia

In the yellow house two women share space.
One of them lives inside the other’s memory.
If one serves herself a glass of alcohol, the other
uses the same infusion to light
a lantern. One woman knows time
by the pace of light withdrawing across the wall.
The other barely touches the floor. Her feet have stepped
through the backyard garden for more than a century.
The wine’s stupor puts one woman to sleep in her rocker.
The other withdraws from the house, moving across the wall.

Fotos de pequeño formato

Señala Emily una estrella a la que sigo
como un profeta, porque ya no existe
el temor a la muerte ahora que ha decidido
mi destino desde su sitio múltiple.
Dice que todo es cierto y así es.
Acaricia a un felino en su regazo
pero también despierta en Filadelfia:
sueña que un tiburón le pasa por los pies.
Cruza el río Connecticut en tren.
Me habla desde un idioma a señas:
la escritura salvaje: nuestra Tiniebla en común.
Apunta dónde caerá la cabeza
de los hombres en mi siguiente sueño
y así es como sucede nuevamente.

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Small-Format Photos

Emily points to a star that I follow
like a prophet, because my fear of death
doesn’t exist anymore, now that she decided
my fate from her multiplied location.
Emily says everything is true, and it is.
She’s stroking a feline in her lap
but also waking up in Philadelphia:
she dreams that a shark passes over her feet.
Emily crosses the Connecticut River by train.
She speaks to me out of a language of signs:
savage writing: our shared Darkness.
She shows where the heads will fall
from men in my next dream
and that’s how it happens all over again.

Visitamos la tumba de Emily. El musgo trepa vivo como un molusco adherido a la piedra. A mitad del 1884 comienza a desvanecerse y la plaga se integra a los rayos del sol. Las últimas cartas de Emily fueron breves. Antes de morir sólo escribió: “me llaman”. La piedra donde descansa Lavinia, su hermana, muerta seis años después —es por Lavinia que Emily se mantiene aún con vida—, tiene las palabras comunes: Born – Died. La piedra donde duerme Emily Dickinson alude a aquella última carta: Born 1830 – Called back 1886. Fue llamada por la misma enfermedad que se llevó a Mozart. Sobre la oscura losa hay pequeños guijarros circulares, un tanto marinos, que los lectores afligidos y extasiados dejan a manera de ceremonia. Hay un cigarro de mariguana sobre una tapa blanca de cerveza. Esa noche la soñé como una mujer que alguien —Lavinia—rescataba del mar y sobre la arena devolvía por la boca una gran cantidad de agua. Su cuerpo era un castillo de hielo deslavándose a orillas del océano; su vestido, una prolongación de las caracolas.

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We are visiting Emily’s grave. The moss climbs, alive as a mollusk adhering to stone. Halfway through 1884 she begins to faint, and affliction merges into sunbeams. Emily’s final letters were short. Before she died, she wrote simply: “Called back.” The stone where her sister Lavinia rests, dead six years later – it is through Lavinia that Emily still lives – has the conventional words: Born – Died. The stone where Emily sleeps alludes to that final letter: Born 1830 – Called back 1886. She was called by the same illness that took Mozart. On the dark slab there are tiny circular pebbles, as if taken from the sea, left ceremoniously by grieving and ecstatic readers. A joint someone rolled sits in the white cap from a beer bottle. That night I dreamed about her as a woman whom someone – Lavinia – saved from the sea. Then she vomited a great quantity of water onto the sand. Her body was a castle of ice washing away on the ocean shore; her dress, a continuation of the conch shells.

Manuel Becerra

Manuel Becerra (b. Mexico City, 1983) is the author of Cantata Castrati (Colibrí, México, 2004), Los alumbrados (Estado de México, 2008). Canciones para adolescentes fumando en un claro del bosque (Universidad Autónoma de Zacatecas, 2011), Instrucciones para matar un caballo, (Conaculta/Fonca, 2013) and La escritura de los animales distintosBecerra held a fellowship at Art Omi in 2018. Previously he received the 2008 Enrique Enrique González Rojo Arthur Prize for Poetry, the 2011 Ramón López Velarde National Prize for Poetry, the 2013 José Francisco Conde National Prize for Poetry, and the 2014 Enriqueta Ochoa National Prize for Poetry. In 2009-2010 he held a poetry fellowship for young writers from the Foundation for Mexican Letters.

Kristin Dykstra

Kristin Dykstra is principal translator of The Winter Garden Photograph forthcoming from Ugly Duckling Presse. Cubanology, her translation of a book of days by Omar Pérez, is forthcoming from Station Hill. She is the translator of books by Cuban authors Rodríguez, Juan Carlos Flores, Angel Escobar, and Marcelo Morales published by the University of Alabama Press in 2014 and 2016. Currently Dykstra is guest-editing a dossier dedicated to Flores for The Chicago Review. She is co-editor of Materia Prima, an anthology showcasing poetry by Amanda Berenguer (Uruguay), forthcoming from Ugly Duckling.